Capítulo 29
—Ah. Los hombres viven en su propia tribu bajo el mando de Lehijin. Así como Kiyan y Yaru lideran la tribu de las mujeres, Lehijin está a cargo de todo hombre mayor de cinco años.
La tribu de Lehijin colindaba con la de Kiyan. Fue gracias a esto que ambas tribus solían ir y venir con frecuencia entre sus aldeas.
Lehijin enviaba hombres fértiles a la tribu de Kiyan. Se había acordado que si el niño nacido de una de sus mujer era niña se la criaría en la tribu, y si era varón, la madre lo criaría hasta cierto punto para luego entregarselo a la tribu de Lehijin.
Enya se preguntó si alguno de los hijos de Kiyan ahora pertenecía a la tribu de Lehijin.
—Los niños son concebidos en "La Temporada de Primavera"
La Temporada de Primavera era un concepto similar al Día de Reposo en Aguilea.
La tribu de Kiyan había designado un periodo para mantener relaciones sexuales con los hombres de Lehijin, su tribu hermana. Lo llamaron "Temporada de Primavera".
—La primavera es el comienzo de todo. Es la estación en la que se conciben nuestros niños.
Pero eso no era lo único que les permitía mantener al Bosque de Nervana, agregó Fiarca.
—En ocasiones, cuando llegan hombres que se separan de sus tribus o aquellos que se han perdido en el camino, tienden a volverse cercanos a nuestras mujeres y éstas dan a luz a sus hijos.
Enya ni siquiera se había percatado de que el sol se había estado poniendo mientras escuchaba esa extraña forma de vida.
Según Fiarca, todos los miembros de la tribu de Kiyan eran cazadoras o destacadas guerreras. Se decía que los patrones grabados en sus antebrazos eran tatuajes que se hicieron mientras se sometían a una complicada ceremonia de mayoría de edad.
—Es porque cada miembro del Bosque de Nervana debe ser lo suficientemente fuerte como para proteger a la "Hija del Bosque".
Le contó que, durante la ceremonia de mayoría de edad, todas debían poder volverse autosuficientes ya que debían deambular solas por el bosque durante un mes evitando a la Araña Esquelética.
—E-Entonces, ¿eso quiere decir que Fiarca también sobrevivió por su cuenta en el antiguo bosque evitando a la Araña Esquelética durante todo un mes?
Fiarca dijo con orgullo, mostrando el patrón en su antebrazo como si presumiera de ello.
—Por supuesto. ¿Qué es un mes? Pasé más de tres meses allí. Incluso si no lo parezco, establecí el récord más largo después de Yaru en sobrevivir por mi cuenta dentro del bosque.
Luego, riendo, señaló a Rayhald. El hombre corpulento parecía estar distraído tirando piedras a los árboles con Ihita.
—Ese tipo ni siquiera puede compararse conmigo. No es más que un niño que acaba de pasar la Temporada de Otoño. Dicen los rumores que después de poco más de un mes, lloró y se aferró a las piernas de Lehijin rogando que lo aceptara.
“La temporada de Otoño” era el término que usaban para referirse a la ceremonia de mayoría de edad.
Inmediatamente después de que dijera aquello, Rayhald, que había estado discutiendo con Ihita de pie frente al tronco del árbol, se dio la vuelta y bramó con fuerza.
—¡Cállate, Fiarca! ¡No te dejaré ir si le dices más tonterías como esa a Enya!
Entonces Fiarca levantó el dedo meñique izquierdo hacia Rayhald. Parecía ser un insulto al estilo Nervana.
—Eso significa que puedo matarlo con mi uña más pequeña.
Luego de explicar el significado del gesto, Fiarca volvió a mirar a Enya con cariño. Sin embargo, su expresión se oscureció repentinamente.
—...Por supuesto, la ceremonia de mayoría de edad en el Bosque de Nervana quedó como una costumbre inútil después de que no se encontraran rastros de la última "Hija del Bosque" perdida hace décadas.
La expresión de su rostro parecía tan dolorosa que Enya no se atrevió a decir nada. Fiarca, que había estado en silencio durante un buen tiempo, de repente alzó la cabeza para mirar a Enya. Entonces, sonrió brillantemente.
Enya se sorprendió un poco por el repentino cambio de expresión. Como si la agonía de antes hubiera desaparecido en un instante, la expresión de Fiarca mientras miraba a Enya estaba llena de esperanza y alegría por alguna extraña razón.
—Enya. Estoy tan feliz de haber conocido a Enya. Eres algo inesperado de Aguilea, algo que llegó a nosotros luego de tener la sensación de que todos en el bosque de Nervana desaparecerían y reinaría la oscuridad…
Fiarca dejó de hablar y sacudió la cabeza.
—Lo siento, estaba muy entusiasmada. Kiyan me ha pedido que no te sorprenda de esta manera.
Enya no sabía a qué se refería Fiarca, pero una cosa era segura.
A Enya le agradaba la gente del Bosque de Nervana.
No era solo porque eran prácticamente las únicas personas que se interesaron por ella. Fue porque tenía la sensación de que todos los del Bosque de Nervana le eran familiares, como si los conociera desde hacía mucho tiempo.
Los ojos de Fiarca se iluminaron y se dirigió a Enya nuevamente.
—Enya, el primer día de este mes se celebra una ceremonia de purificación a cargo de los habitantes del Bosque de Nervana. Me gustaría que Enya pudiese estar allí.
—….¿Ceremonia de purificación?
Enya parpadeó ante dichas palabras
Fiarca se lo explicó de inmediato.
—Nosotros, la gente del Bosque de Nervana, somos diferentes de la gente común en las Grandes Llanuras o en los desiertos. Perdemos gradualmente nuestra vitalidad una vez que salimos del bosque. La ceremonia de purificación es un ritual esencial por el que deben pasar las personas de Nervana que han dejado el bosque.
Enya agitó las manos con sorpresa, su rostro enrojecido. Negó con la cabeza una y otra vez.
—No, ¿por qué estaría en una ceremonia tan importante…?
Al ver su reacción, la expresión de Fiarca oscureció. Pareciendo muy decepcionada, sostuvo la mano de Enya como si suplicara y volvió a mostrar una sonrisa en ese rostro amistoso.
—No es una ceremonia tan importante. Para nosotros es algo tan natural como comer. Me alegraría mucho si Enya pudiera venir.
No pudo decir nada ante esas palabras.
—¡Sí, Enya! ¡Piensa en ello como si solo fueras a divertirte!
Rayhald, que estaba recogiendo pequeños guijarros con Ihita desde una distancia, gritó con una voz tan fuerte que pensó podría derribar un árbol. Enya los miró avergonzada antes de responder con vacilación.
—E-Entonces...se lo preguntaré a Tarhan.
Ante sus palabras, Fiarca respondió ferozmente, alzando sus amistosas cejas.
—¿Tarhan? Ah, te refieres al sublíder de esta aldea.
Sus ojos se calmaron cuando pronunció el nombre de Tarhan. Antes de que se dieran cuenta, Rayhald estaba de pie junto a ellas con los brazos cruzados.
—Yo también lo ví. Ese maldito tipo terriblemente fuerte… No recuerdo haber visto una cicatriz como esa antes.
Enya aguzó los oídos cuando mencionaron a Tarhan. No supo porqué, pero le invadió un extraño deseo de saber qué pensaban de Tarhan. Afortunadamente, no parecían albergar ninguna mala voluntad hacia él.
Fiarca murmuró para sí misma, mirando a Enya de forma extraña.
—Bueno, un hombre así…
Recordando el comportamiento del sublíder de Aguilea, Fiarca no pudo ocultar la desaprobación en sus ojos pero miró a Enya mientras murmuraba en un tono un tanto agradable.
—No es como que pareciera fácil de convencer.
Ante esas palabras, las mejillas de Enya se sonrojaron sin saber si sentirse mal o no por ello.
Fue extraño. Fue como si hubiera presentado al hombre que amaba ante su familia. Ihita le gritó a Rayhald, en su mano había una flecha rota que parecía haber sido lanzada por él.
—¡Oye! ¡Cobarde! ¿Estás planeando sacarme del juego porque crees que vas a perder?
[...]
Fue esa noche.
Enya se despertó ante una sensación lánguida. Alguien estaba tocando sus piernas. Para ser precisos, estaba masajeando cuidadosamente cada una de ellas. Pudo decir fácilmente quién era.
Tarhan finalmente había regresado a casa mientras ésta dormía.
Había un olor acre característico de la pasta anestésica que Tarhan usaba para masajear sus piernas. Sentía un hormigueo en las piernas, especialmente alrededor del tobillo izquierdo.
—Tarhan…
Incluso en sueños, Enya lo buscó a tientas en el aire. Últimamente, Tarhan casi había vivido en la herrería donde el fuego escupía día y noche para inspeccionar las armas, por lo que no sabía cuánto tiempo había pasado desde que llegó a casa por la noche.
Un anhelo y una satisfacción indescriptible la inundaron.
—Estoy aquí.
Éste respondió de inmediato.
A pesar de que su voz fue solo un murmullo, su mera presencia tan cerca de ella la hizo cerrar los ojos de nuevo. Solo entonces Enya se dio cuenta de que el hombre le estaba aplicando hierbas medicinales.
—Terminaré pronto. No he podido hacer esto en días.
El hombre retomó el movimiento de sus manos que se habían detenido.
Enya relajó su rígido cuerpo ante sus palabras. Sus mejillas se enrojecieron.
En la caótica situación en la que se encontraba Aguilea antes de la guerra, Tarhan estaba más ocupado que cualquier otra persona. Incluso Enya, que vivía con él en su cabaña, ni siquiera había podido ver su rostro correctamente. Incluso ahora, Enya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que había visto su rostro.
Temblando de anticipación, Enya contuvo el aliento mientras esperaba que él se lanzara sobre ella a toda prisa. Sin embargo, contrariamente a sus expectativas, el hombre en realidad sólo masajeó sus piernas.
Eventualmente, Enya se dio cuenta de que con “no he podido hacer esto en días” se refería a masajear sus piernas.
Sus ya enrojecidas mejillas se encendieron más de lo que uno podría imaginar. Pero ahora que lo pensaba, realmente había pasado mucho tiempo desde que había hecho esto por ella.
Por lo general, no había un solo día en donde éste no masajeara sus piernas, a excepción de cuando estaba lejos de Aguilea durante largas jornadas de cacería o expediciones. Si no lo hiciera, sus tobillos estarían tan inflamados que se hincharían al menor paso. Y Tarhan no quería ver los tobillos de Enya en ese estado más que cualquier otra cosa en el mundo.
Si sus tobillos la irritaban aunque fuera un poco o parecía sentirse incómoda, él los lavaba minuciosamente con agua tibia, aplicaba hierbas medicinales para deshacerse de la inflamación acumulada y masajeaba sus tobillos innumerables veces hasta que mejoraban.
Pero, de todos modos…
Enya estaba un poco sorprendida de que esto fuera lo primero que este hombre hiciera después de ausentarse unos días.
—Uhhh…
Al contrario de su mente tan preocupada, sus piernas se aflojaron rápidamente con gran satisfacción. Cuando Enya se mordió los labios y retorció su cuerpo al sentir una punzante sensación, la mano de Tarhan se aferró a uno de sus muslos mientras ésta intentaba liberarse.
Traducción: Claire